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EL ENTE

Esta noche me parece alucinante, oscura, llena de relámpagos, tenebrosa, pero excitante; me encantan estas noches, ideales para irse a la cama, refugiarse tras las sábanas y observar cómo una y otra vez la luz de cada rayo decora las paredes de la habitación, acompañado por la banda sonora del trueno, la lluvia golpeando en los cristales y el ulular del viento.
Accedo a mi dormitorio y me desnudo por completo; es una noche de primavera, no hace frío, así que sin encender la luz que rompería el encanto me tumbo sobre la cama y solo me cubro con la sábana blanca que parece iluminar toda la estancia. Mi cuerpo, desprovisto de cualquier elemento que pueda interceder entre la magia del momento y la innegable realidad de mi soledad, se abandona a los sentidos de la luz y el sonido, a la oscuridad y al suave tacto del satén que lo cubre. Sé que algo va a pasar esta noche, que me voy a entregar a una experiencia irreal pero satisfactoria. El sueño me va venciendo poco a poco, mis párpados pesan, se hacen cada vez más incontrolables....
De repente un relámpago más fuerte que cualquiera de los precedentes llega a sobresaltarme, la orgía de luz azulada en mi cuarto me ciega, subo la sábana hasta cubrir mis ojos, y de repente, todo oscuridad, todo silencio...., un silencio ensordecedor que dará paso a un cierto pánico no razonado, pero latente.
Noto la presencia de algo cerca de mí, no puedo verlo, no puedo olerlo ni tocarlo, solo sentirlo; a pesar de la situación no siento miedo, es extraño, pero vuelvo a sobresaltarme cuando de repente, en un solo segundo, la sábana que me cubre es retirada con violencia, cayendo a los pies de la cama como la una amante herida. No he sido yo, no ha sido el viento, ha sido la presencia invisible que juega conmigo; solo escucho mi respiración, veo mi pecho subiendo y bajando en la oscuridad y todo está quieto.
Sin poder impedirlo, mis piernas se separan, se van abriendo poco a poco arrastrándose por la sábana, con los dedos crispados en un vano intento de frenar lo que es inevitable; no soy dueño de mi cuerpo, mis brazos inertes a los costados no reaccionan ante mis órdenes de maniobrar en pos de un escape, mis ojos abiertos, desorbitados, no aciertan a vislumbrar nada más que una nebulosa negra que envuelve la estancia. Un sudor frío baña mi rostro, las gotas bajan por mi nuca, empapando el colchón, máxime cuando mis piernas, una vez abiertas, comienzan a elevarse como por arte de magia, rígidas, pétreas, pero ingrávidas, alzándose hasta quedar en un ángulo recto respecto a mi cuerpo.
Mi cuerpo es manipulado sin ninguna lógica; siento elevar mi cuerpo, mis caderas, como si unas poleas fijas al techo me levantaran, haciendo que mis nalgas se despeguen del colchón, elevándose un par de palmos, quedando en una posición imposible a las leyes naturales, pero yo no noto ningún esfuerzo ni tensión.
La sensación de una mano delicada y suave pasando por mis nalgas me hace olvidar la preocupación del momento, repasando cada centímetro de mi piel, semejante a una fina pluma que me lleva al éxtasis, pero a la vez escucho un sonido mucho más aterrador; es un silbido que corta el aire, con ritmo cansino y recurrente. La sensación de piel contra piel desaparece, pasa un instante y de repente un quemazón intenso salpica mi nalga derecha, producido seguidamente del fin del silbido. En cuanto el quemazón baja se vuelve a escuchar el silbido y de nuevo el impacto de mil alfileres sobre la piel de mi culo.
Aprendo rápido que tras un silbido va un golpe seco sordo, pero dulce y excitante, me preparo para ello, me abandono al goce de ese instrumento invisible que me fustiga, de esa mano que de igual manera me acaricia y me golpea; pierdo la noción del tiempo, de la cantidad de silbidos que al principio me he obligado a contar, y de repente, cesan, todo queda en calma, todo en silencio....
Mis caderas, antes en alto, vuelven a descansar sobre el colchón, mis piernas siguen elevadas y abiertas; pero ahora son las rodillas las que se flexionan sobre mi pecho y la mano que antes acariciaba mis nalgas ahora se vuelve más atrevida, explorando la parte interna de mis muslos, mi escroto, mi ano..... Siento la presión de esa yema, ese dedo sobre el esfínter, no me duele, es placentero, me dejo llevar, empuja, penetra, viola esa intimidad nunca desvelada y la mano se multiplica por cinco.
Son cinco sensaciones totalmente distintas que me hacen extasiar, cinco zonas erógenas acariciadas por aquella multiplicidad sensorial; mis nalgas, mis mulos, mis testículos, mi pene y mi ano, todos ellos masajeados a la vez, acariciados al unísono para enmascarar el incipiente ensanchamiento de la cédula que me penetra; no soy yo, mi cuerpo no me pertenece, no es real, el goce es tan intenso que moriría allí mismo e placer.
Pero nada es eterno, las caricias desaparecen, el elemento perforador de mi ano se dilata, me desgarra, el silbido vuelve a poblar mi mente, la vorágine calorífica en mis nalgas me transporta a una nueva dimensión, mientras una mano más ruda, mas curtida, se apodera de mi pene, lo maneja a su antojo, arriba y abajo, al ritmo que en mi ano "eso" entra y sale, entra y sale, arriba abajo, dentro fuera......
Mi abandono corporal no evita que toda la excitación, todos mis sentidos, se concentren en la base de mi pene, que esos mismos sentidos fluyan y vayan ascendiendo por el tronco carnoso que se convierte en el centro de mi existencia, bullendo, quemando y arrasando todo lo que se encuentra a su paso. La simiente de mi ser va a salir, cual erupción volcánica incandescente, exitosa y extasiada, para profanar la oscuridad que me envuelve, para conceder a esa presencia compañera el triunfo de su cometido.
Mi semen sale triunfador, provocando destellos en la noche, lo veo flotar por encima de mí, ingrávido, inmóvil, como a cámara lenta, flota, se desplaza y desaparece....
Una voz susurra a mi oído un "gracias, mañana más" y de pronto toda la magia desaparece, vuelvo a sentir el colchón, la sábana cubriéndome, el aullido del viento y la lluvia golpeando en mi ventana; miro el reloj, solo hace dos minutos que me he recostado en la cama, ha sido un sueño demasiado real, uno mas. Giro sobre mi cuerpo para colocarme boca arriba y un escozor en mis nalgas al rozar el colchón me hacer temblar de emoción..... ¿Sueño?....

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